7 claves para entender la victoria de Alemania sobre Argentina; por Nolan Rada


Alemania logró lo que ningún equipo no americano había hecho: conquistar una Copa del Mundo en América. Y lo hizo ante el mismo rival al que derrotó para sumar su tercer campeonato mundial en Italia ’90. Este 13 de julio de 2014 se volverá otro fantasma en la historia particular que Argentina tiene con Alemania. Si había un momento para espantarlos a todos, era éste. Pero en la empresa encontró la infinidad de recursos ofensivos de Alemania, a la que se le cae un jugador y continúa como si nada; la que resiste partidos complicados ante Ghana y Argelia y es capaz de aplastar a Brasil en su casa. Hoy Alemania agrupó todo lo mostrado en esos partidos para superar la voluntad y el corazón argentino. Por eso intentó devorar a los albicelestes al comienzo y, sin éxito, entendió que esto sería más complejo, que tendría que sufrir, ajustar, pelear, competir, sobrevivir al filoso cuchillo que era Argentina en cada contraataque. Alemania entendió que, para levantar su cuarta Copa del Mundo en ocho intentos, tenía que exponer toda su tradición futbolística más el divino toque que han sumado en los últimos años. Y lo hicieron.
1. El partido esperado. En el primer tiempo, el dominio de balón fue alemán pero todo el peligro fue argentino. Alemania tocaba la pelota con muchísima holgura, a pesar de perder a Khedira en el calentamiento y tener que reemplazar a su sustituto, Kramer, por un golpe en un cruce con Garay. Argentina se sostenía en su área. Cada quien a lo suyo: la albiceleste, con una defensa que sólo había permitido 3 goles, dió cara a la Alemania que secuestró la pelota. Pero los germanos no transformaban la posesión en peligro y Argentina encontró en Höewedes, el lateral izquierdo, el hueco por donde conquistar la arquería rival. No lo logró, pero encontró el camino. Alemania sumó su ocasión más clara en un tiro de esquina cobrado por Kroos y rematado por Höewedes, quien pudo haber pasado de villano a héroe si su cabezazo no se hubiera estrellado en la palo izquierdo de Romero.
2. Schweinsteiger y Kroos: Alemania. Su juego resume el sentido y el orden de Alemania. Entre ambos dieron 104 pases sólo en el primer tiempo. Schweinsteiger movió a los 22 jugadores. La mayoría de sus pases servían para organizar y dar sentido a los traslados ofensivos de Alemania y, por tanto, Argentina tenía que hacer ajustes. Mucho de la obra de Schweinsteiger estribó en que, delante de él, todos los alemanes se movían y tocaban precisa y rápidamente la pelota, sobre todo Özil, quien siempre tuvo una opción de pase en mente: se desprendía tan rápido de la pelota que parecía despreciarla, pero en realidad le daba fluidez al juego germano. Kroos siguió en lo que ha hecho durante toda la temporada: pasar y ser opción, tanto para la salida como para la recepción y búsqueda de compañeros en posiciones adelantadas. Es posible que su acertado pase y su criterio en la orientación guíen el estilo alemán por muchos años.
3. Argentina y el poste. La albiceleste debió entender aquel remate al palo de Höewedes como una señal divina. “Si no entró esta, es posible que hoy no entre ninguna”, habrán pensado. En el segundo tiempo, salió Ezequiel Lavezzi, el mejor argentino en cuestiones ofensivas durante la primera parte, y entró Sergio Agüero. Si fuera boxeo, ambos contrincantes habían decidido intercambiar golpe por golpe. Con el vértigo se perdió la elegancia del toque germano, se extravió Bastian Schweinsteiger y Toni Kroos dejó de ser determinante. Surgieron las imprecisiones que derivaron en sendas amarillas para Mascherano y Agüero en menos de cinco minutos. En este escenario, Argentina se apoderó del partido tanto anímica como futbolísticamente. En lo segundo no encandiló y se lanzó al arco de Manuel Neuer con más ímpetu que ideas, pero mirando a Alemania de tú a tú.
4. André Schürrle y el ajuste de Alemania. Su entrada por el lesionado (podríamos decir “noqueado”) Kramer obligó a Alemania a modificar su filosofía. Si antes jugaba al toque y a la reflexión, con Schürrle estaba obligada a sumar la carrera como opción. La zaga argentina controló todo pero, ante la velocidad de Schürrle, sufría por el lado derecho. En el intercambio de golpes, cada vez que Schürrle apareció pegó con un yunque. Y hay que decir que apareció de forma constante.
5. Gonzalo Higuaín y el carácter, ché. Salió en el 77’ por Palacios. Tuvo un partido tan colosal como errático. A los 20’ erró una ocasión que lo dejó mano a mano con Manuel Neuer. Y, 9 minutos después, Marcos Rojo peleó y recuperó un balón en cancha alemana. Se la dio a Lionel Messi y el capitán sacó un bello pase a Ezequiel Lavezzi, quien centró para el remate de Higuaín. El Pipa lo gritó como si al frente tuviera a todos sus fantasmas. Pero tuvo que guardar silencio ante la sentencia del fuera de juego. Posteriormente, una jugada con Manuel Neuer lo dejó tendido sobre el césped… hasta que vio que la decisión del árbitro era a favor de Alemania. Neuer había atropellado al delantero ché en el área. Era penal. El Pipa lo sabía y al verse privado de esa opción, se levantó furioso tras el brutal golpe. Junto a Mascherano, Higuaín representó mucho del carácter de Argentina, por no decir más sobre su gol a Bélgica, aquél que hizo posible el pase a las semifinales ante Holanda.
6. Lionel Messi y la priorización del colectivo. Ser uno de los mejores jugadores de una época conlleva consigo, como mínimo, dos cuestiones. La primera: tener que brillar en cada encuentro; la segunda: la fe en que, aunque no se tengan una sucesión de encuentros positivos, “su partido llegará”. En el caso de Messi se esperaba que ése partido fuera éste. Mucho más cuando se confirmó la ausencia de Di María, ese generador de alternativas, soluciones y peligro. No lo fue. Pero conviene precisar distintos aspectos. Argentina fue una selección que, tras las turbulencias defensivas en el arranque de la Copa, cambió su plan. Hasta ahí, Messi apareció con goles como aquel ante Irán. No encandiló, pero salvó a Argentina en momentos claves. Avanzó el torneo y Argentina encontró en la solidez defensiva una filosofía que le permitió competir. Es decir: el funcionamiento colectivo se impuso por encima del crack. Esto significó que Messi debía tener menos la pelota y estar más lejos del arco rival a favor del propio. No sabemos qué hubiera pasado si Argentina seguía en su dinámica furiosa hacia el ataque. Pero, gracias al ajuste referido y al sacrificio colectivo en pro de una idea, Argentina volvió a estar en una final 24 años después. El debate sobre si Messi es o no el mejor de la historia aunque no tenga, hasta ahora, una Copa del Mundo, corresponde a otro espacio. Hoy, de la mano del resto del equipo, compitió en una instancia que Argentina no alcanzaba desde los tiempos de Maradona.
7. La prórroga y la vuelta de Bastian. El partido siguió la línea del segundo tiempo, con la diferencia de que en este nuevo tramo Bastian Schweinsteiger se reencontró con la pelota. El jugador del Bayern Munich volvió a tomar las riendas de su selección y la metió de lleno en el partido. Argentina siguió intentándolo y encontrando ocasiones que no aprovechó, como la de Palacios en el minuto 96, cuando un fallo de Hummels lo dejó en el área y no pudo enviar la pelota a la red. Aún así, Alemania siguió sosteniendo el pulso, a pesar de que el juego ya era mucho más físico que antes. Bastian Schweinsteiger terminó con un corte en la cara y Argentina puede presumir de haber dado cara al equipo, ofensivamente hablando, más potente del mundo. Lo resolvió Mario Götze, quien anotó el gol que dio a Alemania su cuarta Copa del Mundo, tras una corrida de Schürrle que casi lo llevó a la raya para dar el pase gol que definió el partido y llenó de alegria a una nación.

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